Todo Cambia

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Tengo en mi recién estrenado estudio, dos globos terráqueos. Uno es nuevo y el otro es de los años sesentas. En el nuevo aparecen países como Bangladesh y Pakistán, pero en el antiguo no están. Si además revisara un globo terráqueo de hace cien años, también habría cambios importantes en el mundo, países como Latvia y Estonia aparecieron apenas en 1918; y aún si me fuera más atrás, la imagen del mundo ni siquiera sería un globo.

Como amante de la historia universal, eso me parece muy interesante; pero como estudiante del ser humano y de su conducta, me lo parece aún más, porque si algo tan definitivo como nos parecería que es el globo terráqueo puede modificarse tanto y de forma tan continua a través del tiempo ¿cómo podríamos pensar que el ser humano no puede cambiar?

Cada vez que conquistamos una nueva meta, cada ocasión en la que le ganamos territorio al miedo, cada vez que nos atrevemos a tomar el control de nuestros sentimientos, siempre que nos lanzamos a hablar con la verdad y cada momento que comprendemos profundamente a otro ser humano y su circunstancia, por dar sólo algunos ejemplos, el territorio de nuestra conciencia, lo que delimita quiénes somos en realidad, se amplía, crece y se modifica.

Incluso nuestro territorio físico, nuestro cuerpo, cambia por diferentes circunstancias. De acuerdo a los estudios realizados por Lise Bourbeau y expuestos en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo”, el campo morfológico del cuerpo humano se desarrolla de diferente manera de acuerdo a las heridas emocionales que tiene puesto que éstas, afectan la química de nuestro organismo y su composición. Lo asombroso es que, si la persona se da a la tarea de trabajar y sanar esas heridas, el cuerpo se modifica de nuevo.

Todo esto hace que, la posibilidad de que alguien diga “yo soy así” sea imposible para mí: una completa ilusión. No es que seamos cambiantes como el mundo, ¡es que somos el universo entero en continuo movimiento y transformación!

Tomen una foto de ustedes de hace veinte años, contémplenla bien y piensen ¿quiénes eran ustedes en esa foto? ¿En qué creían? ¿Cómo se sentían? ¿Qué defendían? ¿Qué les daba seguridad? Después, contemplen una foto reciente y piensen quiénes son ahora y en qué creen ahora y encuentren cómo se diferencian de ese territorio que ocuparon en la vida hace veinte años. Si les gusta lo que descubren, si están contentos con su forma de gobierno y libertad interiores, los felicito. Si no, también los felicito, porque darse cuenta es siempre causa de celebración. Y si hemos cambiado tanto en veinte años, y a veces sin darnos siquiera cuenta, los cambios que podemos lograr si nos lo proponemos son aún mayores.

Me gusta conservar estos globos terráqueos, aunque uno no sea ya preciso, porque son para mí un recordatorio de que nada es para siempre. Cuando las circunstancias de la vida nos hagan movernos, busquemos ampliar nuestras fronteras para incluir el nuevo mundo que la vida nos invita a conquistar. ¡Tierra a la vista!

5 Cosas que debes tirar en enero

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Para renovarse, no es necesario hacer una gran transformación el primer día del año, basta con hacer cambios pequeños, pero regularmente. Hoy no te propongo hacer la gran limpieza anual sino solamente desechar de tu casa y de tu vida estas cinco cosas y así empezar a ser más consciente de lo que te rodea y de lo que puedes cambiar si lo decides.

1. Algo que no te queda

Imagínate que viene a visitarte una tía lejana y todo el día no hace más que reprocharte tus errores y compararte con personas que cree que son mejores que tú. ¿Cuánto tiempo la tolerarías? La ropa no te queda pero que sigues viendo cada día es semejante a esa tía: te hace sentirte mal sobre quién eres y te impide ver todo lo bueno que sí has logrado. Deshazte lo más pronto que puedas de esa molesta visita en tu casa y empieza hoy regalando una prenda de ropa que seguramente hará feliz a alguien más.

Pero la ropa es sólo un ejemplo. Revisa tus relaciones o amistades y observa quiénes te hacen sentir mal sobre ti mismo o quiénes te recuerdan constantemente a la persona que fuiste pero que ya dejaste atrás al crecer. Ellas pueden ser dignas de tu cariño, pero este es un buen momento para darles las gracias por lo que te enseñaron y dejarlas partir.

2. Algo que no te gusta

Conozco a una persona que vive rodeada de cosas extrañas que la han regalado. La primera vez que le dieron por obsequio un adorno muy estrafalario, lo agradeció inmensamente y lo puso en el centro de su sala para no ofender a los que se lo dieron. Los demás, interpretando que ese era su gusto, siguieron el ejemplo y cada año se esfuerzan por encontrar un objeto aún más raro que los anteriores. Ninguno le gusta, pero no sabe qué hacer.

Es necesario tomar posesión del lugar que habitas. Sea una habitación o una mansión, reconoce que es tuya y toma el control. No hay nada como vivir rodeado de objetos agradables a tus sentidos, el valor monetario que tengan será siempre lo de menos. Antes de que termine el mes, regala al menos un objeto de tu casa que preferirías no ver cada día. Lo que tu deseches puede ser el objeto favorito de alguien más.

3. Algo que no te cabe

¿No cierran tus cajones? ¿No puedes mover los ganchos del clóset porque no hay espacio? Te tengo una noticia: tienes más de lo que necesitas. Según los profesionales del guardarropa, una persona necesita solamente diez piezas de cada cosa en un año. Esto es, diez pantalones son el máximo que debes tener e igual número de faldas, vestidos o zapatos. Si, también zapatos. Hoy, elige algo que no has usado en el último año de cada cajón de tu casa y siente la nueva ligereza que adquiere tu vida.

Este punto también se aplica a la agenda diaria. Si no tienes tiempo para hacer lo que te gusta o quieres o si no puedes cumplir con los compromisos que ya tienes, no debes seguir agregando nuevos. Toma una hoja y elige un tiempo de cada día para lo que quieres hacer en forma personal como ejercicio, meditación o lectura. Después, separa un espacio de cada día para dedicarlo a los miembros de tu familia. En seguida, marca un tiempo para lo que necesitas hacer como trabajo o compras. Lo que te quede será el espacio para las actividades extra que decidas. Asegúrate de invertir tu día y tu vida en lo que quieres y te gusta hacer y desecha hoy una actividad que realizas por motivos que ya no te llenan.

 4. Algo que te duele

Una vez compré unos zapatos plateados que amé a primera vista. Eran delicados y elegantes y usarlos me hacía sentir como una princesa… por los primeros diez minutos. El resto del día esperaba el momento de podermelos quitar. Reconocer que había cometido un error al comprarlos me costó, pero las ampollas no me dejaban escapar de la verdad.

Como esos zapatos, hay cosas, actividades, relaciones o asuntos pendientes que nos causan dolor, aunque en algún momento pensamos que eran perfectos para nosotros. Aunque probablemente nos hayan dejado una gran lección, no nos hace bien guardarlos para siempre. Analiza hoy tus emociones y si notas algo que te cause dolor, reconócelo y decídete a dejarlo atrás. Si necesitas ayuda para hacerlo, siempre podrás encontrarla, por ejemplo, en las personas entrevistadas para este blog.

 5. Algo que no funciona

Hay cosas que no se pueden reparar. Desde la secadora de pelo que te costará más arreglar que lo que cuesta una nueva hasta ese proyecto que tienes años intentando sin resultados. Dedicarte a cosas que no funcionan te impide hacer otras que no has intentado pero que podrían resultar más beneficiosas para ti.

Este mes, haz un inventario de cosas que no funcionan en tu vida y elige deshacerte de una. El espacio mental que esto te brindará será alimento para tu creatividad y tu energía positiva.

Con esta tarea los dejo, son solamente cinco pequeños pero profundos cambios que les brindarán más libertad y más optimismo para empezar el año. ¿Qué tal si me cuentan cómo les fue?

La Frase Perfecta

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Voy a compartirles algo: durante muchos años había soñado con tener un estudio propio: un espacio pequeño donde vivieran mis libros, mis ideas, mis palabras, mis oraciones y este silencio que me acompaña quieto a todos lados. Ahí, podría sentarme a visitar un rato la luz y la sabiduría de los tomos que cubren las paredes y de los objetos traídos de lugares lejanos que me hablan de quienes caminan otros caminos.

Durante esos años, siempre lo visualicé con una frase perfecta escrita en un muro, algo inspirador que representara lo que hago y a lo que quisiera dedicar mi tiempo. He encontrado muchas buenas frases, incluso esa es la razón de que tenga acumuladas cientos de frases célebres que ahora comparto diariamente en mis cuentas de redes sociales (¿ya me siguen?) Sin embargo, ninguna me llenó por completo.

Quiero decirles que la vida, el destino y especialmente mi marido, han hecho posible mi sueño del estudio que ya es una realidad. Lo inesperado fue que a la semana siguiente de haber acomodado mis lápices en el escritorio, encontré la frase perfecta en el libro “Big Magic” de Elizabeth Gilbert, famosa autora del libro autobiográfico “Eat, Pray, Love”.

La autora dice textualmente (la traducción es mía):

“Lo que sé de cierto es que así es como quiero vivir mi vida– colaborando hasta el límite de mis habilidades con fuerzas inspiradoras que no puedo ver, ni probar, ni dirigir, ni entender.”

Cuando leí esa frase, resonó en mí como un eco. Durante años he intentado explicar qué es el desarrollo humano, cómo afecta el centro de lo que somos y cómo funciona esto de la aceptación incondicional y siempre me he quedado corta en mis argumentos. Por igual tiempo y con los mismos resultados he intentado explicar lo que ocurre en los grupos de crecimiento o la riqueza de la meditación e incluso la psicología transgeneracional y lo poderosos que son las creencias y los patrones de conducta en una persona y en un sistema familiar. Pero es difícil comprenderlo y difícil probarlo…

Ninguna explicación funciona hasta que de pronto vemos un cambio en nosotros o en alguien más, nos cae un veinte, logramos una mejor comprensión de quiénes somos y crecemos, somos más. Ni yo misma he logrado ver el impacto completo que ha tenido todo esto en mi o en quienes me rodean.

Hace unos días, una maravillosa mamá de un niño con autismo me comentaba que durante años estuvo intentando enseñarle a su hijo los números. Hacía ejercicios, los dibujaba, los repetía, los cantaba y todo lo que se imaginen sin resultado alguno, su hijo nunca dijo uno solo de los números. De pronto un día, estaban en una alberca y la señora le dijo a uno de sus sobrinos: “Salta a la cuenta de tres… uno…” y su hijo con autismo, entendió en ese segundo y por fin el sentido de los garabatos que su madre había estad mostrándole sin cansancio y terminó: “…dos… ¡tres!”

Así es exactamente esta vida de intentar tener inspiración y compartirla. A veces escuchamos una idea o concepto y nos parecen palabras huecas. No obstante, pasa el tiempo y de pronto algo nos conecta con esas palabras y las rellena de significado y finalmente caen. Pero no sabemos por qué fue o qué hizo que esa vez fuera diferente. Era el momento y es todo, dejar de cuestionar es otra parte del proceso. Así de misterioso me pareció que la frase perfecta llegara exactamente cuando yo estaba lista para escribirla en el muro recién pintado de mi estudio… pero no podría explicarlo.

Finalmente, desde aquí les escribo, con sabiduría flotando a mi alrededor esperando que yo pueda atrapar un poco para inspirar nuestras vidas hoy. ¿Cómo ven?

 

Cuando las Cabezas de las Mujeres se Juntan Alrededor del Fuego

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Quiero compartirles en el blog de esta semana, un poema de la uruguaya Simone Seija Paseyro. La primera vez que lo escuché, fue recitado por una alumna valiente y fuerte que había aprendido el poder de ser mujer. Siempre he dicho que la paradoja de ser maestra es que quien más aprende soy yo.

A ella, a mi sobrina nieta que está estrenando vida y a todas las maravillosas mujeres que comparten mi camino va dedicado este texto:

 

Cuando las Cabezas de las Mujeres se juntan Alrededor del Fuego
Alguien me dijo que no es casual… que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.
Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego”, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.
Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.
Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un examen, o para cerrar una noche de cine. Las de “venite el sábado” porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.
El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada…y sin embargo…detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar. Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.
Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar.
Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.
Entonces…los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.
Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir.
Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes.
Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono.
Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego” que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida.
Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón.

4 Cosas que Debes Saber de Ti

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He puesto un ejercicio a varios de mis grupos de alumnos que siempre me deja aprendizajes. Se trata de escribir una lista de 50 cosas sobre ti mismo. No hay requisito sobre lo que quieras mencionar, puede ser interno, externo, físico, emocional, etc. La única regla es que tienen que ser sobre ti: 50 cosas que ayuden a describirte.

Algunas personas escriben de prisa, una línea tras otra hasta llegar al final, incluso hay veces que podrían seguir escribiendo. Hay otras que escriben despacio, meditando cada punto. Sin embargo, me he dado cuenta de que algunas personas se detienen después de unas cuantas frases porque no tienen suficiente conocimiento sobre cómo son.

No deja de provocarme ansiedad el hecho de que haya tantos seres humanos con ese grado de desconocimiento personal tomando decisiones sobre sus vidas, las de sus hijos, las de sus empleados y hasta las de su comunidad entera. ¿Qué herramientas tienen realmente para decidir?

Ya lo dijo Galileo Galilei hace cientos de años: “La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo.” Es necesario saber cómo somos, qué nos gusta y qué queremos para poder caminar en la vida hacia ahí. Aunque los seres humanos somos tan cambiantes que no es posible saberlo todo, te propongo cuatro cosas indispensables que debes conocer sobre ti mismo, para poder funcionar en la vida:

1.¿De dónde vengo?

Si yo siembro una semilla sin saber qué especie de planta es, puede ser que la ponga al sol directo y, si la plantita que está naciendo es de sombra, se secará inmediatamente. Así mismo, necesito conocer de qué estoy hecho yo para poder cuidarme mejor. Si en mi familia hay alguna enfermedad que puede ser hereditaria, si hay leyendas de ancestros con destinos complicados, si mi madre y mi abuela viven ahogadas por la angustia, todo eso tendrá influencia en mi vida presente y solamente si tengo la información, puedo identificar el patrón y decidir si quiero seguirlo o no.

Además, nuestro pasado debe servirnos como experiencia de aprendizaje y crecimiento. Si por dolor lo negamos, nos perdemos esa parte tan beneficiosa de las dificultades.

2. ¿Qué me gusta hacer?

¿Qué te sientes feliz haciendo? ¿Qué te hace levantarte en las mañanas? ¿Qué te gustaría hacer si tuvieras todo el tiempo y dinero del mundo? Piensa en estas preguntas porque en ellas está la clave para tu realización personal. Solamente si nos dedicamos a hacer aquello que nos gusta, seremos plenamente exitosos y felices. Hay a quienes les cuesta reconocer lo que les gusta hacer porque les parece algo inútil o vano. Valorarlo como algo único en ti es parte de tu aceptación personal y autoestima. Ten en cuenta que hay muchas personas exitosas y realizadas dedicando su vida a algo que para ti puede ser incomprensible. ¡Esa es la maravilla de ser irrepetibles!

Puede ser que por el momento no te sea fácil dedicarte de lleno a lo que te gusta pero seguramente tienes una o dos horas a la semana en las que lo puedes practicar. Ese es un excelente primer paso que traerá muchos beneficios a tu vida.

3. ¿Cuáles son mis valores?

¿Qué es importante para ti? ¿Qué salvarías en un incendio? Puedes decir que el ejercicio diario, la meditación o la familia son de vital importancia para tu bienestar, la cuestión será ser congruente y dedicarle tiempo a eso que dices valorar. Si te encuentras asegurando que lo más importante para ti son tus hijos y tienes 24 horas sin haberles dado un abrazo o haber tenido con ellos una conversación (los regaños no cuentan) puede ser que necesites revisar lo que realmente consideras digno de tu tiempo y atención.

4. ¿A dónde voy?

Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, escribió una frase que ahora las nuevas teorías metafísicas no dejan de asegurar: “El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va”.  El punto principal es que para poder avanzar y no caminar en círculos, hay que saber a dónde queremos dirigirnos. ¿Cómo te quieres ver en un año? ¿En cinco? ¿En veinte? Estas visualizaciones pueden ayudarte a elegir el rumbo de tu vida. Será indispensable alienar estos objetivos con tus valores y tus aptitudes para que te sostengan y provean de la motivación que necesitas.

El autoconocimiento es un proceso que dura toda la vida. Podemos evitarlo y seguir creyendo que somos lo que los demás dicen que somos o podemos empezar a descubrir la riqueza que todos tenemos en el interior. Si te atreves a descubrir quién eres, encontrarás tu mayor tesoro y podrás por fin disfrutarlo y compartirlo con los demás.

El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va. -Antoine de Saint-Exupéry Share on X

Amor Incondicional Contigo

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Si entráramos a una regadera en la que solamente se nos mojaran las partes de nuestro cuerpo que nos gustan ¿qué porcentaje de nosotros permanecería seco? Y si nos dieran un espejo en el que se pudiera ver nuestra prudencia, egoísmo o disciplina ¿nos gustaría asomarnos?

Nos amamos, es cierto, el problema es que no lo hacemos incondicionalmente. En algún momento de nuestra infancia se nos dijo que para ser amados, había que cumplir algunos requisitos. Lo que esto hizo es que no nos consideráramos dignos de ser amados como somos, por el simple hecho de existir, sino que aprendimos que el amor era producto del esfuerzo y de qué tanto podíamos moldearnos a un ideal determinado.

Para colmo, vivimos en un mundo con esquizofrenia espiritual. Se nos dice que hay un poder infinito y amoroso en el universo, el nombre es lo de menos aunque yo le llamo Dios, pero para poder acceder a ese amor hay que “portarnos bien”. ¡No nos damos cuenta de la enorme contradicción que esto conlleva! Podemos creer que Dios es infinitamente misericordioso o no, pero no podemos creer que lo sea si nos condiciona su amor. Esa locura nos contagia la vida diaria y nos enseña que el amor es exigente y complicado de conseguir.

Y ¿por qué es importante este “amor incondicional” a nosotros mismos? Porque ese es en realidad el único amor que hay. Esa es y será la medida y el límite con el que podremos amar a los demás. Si notas que te cuesta relacionarte de forma profunda, si te sientes solo o distante en tus relaciones o si te molesta el contacto físico y los “apapachos”, puede ser que este sea el freno de mano que traes puesto.

La solución a esto puede llegar en un segundo, o puede tardar toda la vida. Depende de cuánto estemos dispuestos a cuestionar nuestras ideas acerca de lo que creemos que es digno de ser amado. En realidad, todos tenemos razones de sobra para ser como somos. Cuando tomamos en nuestras manos a un bebé recién nacido, no le exigimos que se comporte de alguna manera o que tenga un tipo de cuerpo para poder sentir ternura hacia él. Instintivamente lo tomamos con cuidado y lo acercamos a nuestro corazón y sonreímos. Tenemos la creencia de que los bebés son perfectos como son y que son dignos de amor y caricias hagan lo que hagan. Que maravilloso sería si cambiamos las críticas automáticas y la exigencia hacia nosotros mismos por creer que también somos dignos de amor y ternura así como somos. Es sólo cuestión de sustituir una creencia por otra: mucho más liberadora y nutriente.

Mi invitación esta semana para ti es practicar el amor hacia ti mismo y te propongo esta forma: observa la manera como te hablas y lo que te dices y detén cualquier pensamiento ofensivo o hiriente. En cambio, abrázate, aunque sea a solas,  y piensa con amor lo que te gustaría decirle a un niño pequeño e indefenso en tu lugar. Al hacerlo, se vale reír y se vale llorar… sobre todo, se vale ser feliz.

5 Estrategias Para Crear Emociones Positivas

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Piensa en la última conversación que tuviste. ¿Con quién fue? ¿Cómo te sentiste después de dejar a esa persona? ¿Cómo crees que se sintió ella? Si queremos tener mejores relaciones personales, no es suficiente con desearlo. Lograrlo requerirá que tengamos esa conciencia de cómo son nuestras interacciones diarias y qué dejamos en las personas que se cruzan en nuestro camino.

La semana pasada, en el artículo del libro de la semana, prometía hablar de cinco estrategias que propone Tim Roth para incrementar las emociones positivas en las relaciones personales y lo prometido es deuda… Estas propuestas son sencillas de practicar y aún así muy transformadoras si las aplicamos con tenacidad y atención:

Estrategia #1: Evita la negatividad

Piensa de nuevo en tu última conversación. ¿Los comentarios que hiciste a la otra persona incluyeron quejas o críticas?  Si es así, no estás solo. La revista Psychology Today [1] asegura que de los miles de pensamientos que cruzan diariamente por nuestra cabeza, alrededor del 70% son negativos.

Cuando hacemos comentarios negativos de nosotros o de los demás, cuando nos quejamos de cosas que no podemos cambiar o cuando elegimos ver el lado negativo de la vida en general, estamos restando emociones positivas de nuestra vida. El reto será hacer estas revisiones de nuestros encuentros y evaluar la calidad de nuestras aportaciones. Darnos cuenta de lo que decimos a los demás es la clave para poder modificarlo.

Estrategia #2: Ilumina lo que está bien

En las últimas 24 horas ¿has halagado o felicitado a alguien por algo bien hecho? ¿Has ayudado a alguien a ver algo positivo sobre sí mismo? Es increíble lo acostumbrados que estamos a señalar lo que está mal o lo que no nos gusta de los demás o de nosotros mismos. En cambio, señalar lo positivo nos parece a veces superfluo o incluso tenemos falsas creencias añejas de que pueden producirle efectos negativos.

Reconocer y valorar lo que alguien hace bien es una enorme fuente de emociones positivas. Ten presente además, que lo que reconoces en otra persona ayuda a forjar su identidad y fortalece sus futuros logros en esa área. Si quieres ver más de una conducta, date a la tarea de observarla y resaltarla.

Estrategia #3: Haz mejores amigos

Está comprobado que las personas con relaciones personales enriquecedoras tienen una vida más satisfactoria. Convertir a tus compañeros de trabajo o a tus familiares en mejores amigos hará que las dificultades normales sean más llevaderas y simples.

Llamar a las personas por su nombre, reconocer sus logros, interesarte por sus vidas o por sus planes y apoyarlos en su camino son cosas que puedes hacer para convertir a simples conocidos en amigos verdaderos.

Estrategia #4: Regala algo inesperado

Por supuesto el regalo no tiene que ser algo valioso y ni siquiera algo material. Un abrazo, un pequeño objeto o hasta servirle a alguien una taza de café será doblemente apreciado si es inesperado debido al factor sorpresa. Esto llenará de emociones positivas a quien recibe el obsequio y, por supuesto, de quien lo da.

Estrategia #5: La Regla de Oro en reversa

No  “Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti” sino:  “trata a los demás como a ellos les gustaría ser tratados por ti.” Tómate el tiempo de conocer a las personas y saber qué les gusta y qué no. Hay quienes prefieren ser felicitados en público y quienes prefieren unas palabras en privado. Hay quienes prefieren un abrazo efusivo y quienes se sentirán incómodos con esa expresión de afecto. Esta atención personalizada hará que tus interacciones sean más significativas para la otra persona y que se sienta más valorada.

Lograr emociones más positivas es una tarea de todos los días, pero si sigues estas estrategias, seguramente verás más sonrisas felices en quienes te rodean. ¿Qué tal si lo intentas?

[1] https://www.psychologytoday.com/blog/sapient-nature/201310/how-negative-is-your-mental-chatter

El Año de la Autoestima

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Este es mi año de la autoestima. Me explico: cada año, al cumplir años, elijo un tema para trabajar durante el año y lo hago leyendo libros, asistiendo a conferencias o realizando meditaciones, entre otras cosas, que traten aquello en lo que yo creo que necesito crecer en ese año. También me es muy útil hablar con la gente de ese tema porque me ayuda a aclararlo y a tener diferentes perspectivas de lo que significa y de la importancia que tiene para cada quien.

A partir de marzo, entonces, he estado analizando la manera de tener una autoestima más sana y sólida. Lo complicado es que hay más de 22 millones de referencias en Google sobre la autoestima, en la tienda Amazon hay más de ocho mil títulos que hablan del tema y cada persona con la que he hablado parece tener su versión y la manera de combinarla con su ideología particular. En conclusión, me encontraba casi en junio, saturada de información, pero sin un camino claro que seguir.

Pero la vida te responde siempre a las preguntas que le haces, y en esta ocasión me mandó una estrella. Estrella es una joven de veinte años que llegó a Monterrey hace varios meses a vivir con una tía porque en el pueblo de Oaxaca donde vive no tiene acceso a la educación que anhela: quiere ser chef. Al platicar con ella, me contó una historia que seguramente les será familiar: padres campesinos, cinco hermanos pequeños, escasas oportunidades, etc., la realidad de millones de personas en nuestro país. Al preguntarle qué la había motivado a dejar su casa y venir a esta ciudad a pesar de las dificultades, me respondió: “Había una voz, “Lic.”, una voz adentro de mí que me decía: “Tu Puedes””. Las aguas se abrieron.

Es tan fácil confundir la valoración externa con la autoestima: nos halaga que nos quieran, nos inviten o nos den likes, nos sentimos importantes y necesarios y eso nos hace pensar que estamos bien y que es suficiente con eso. Pero en la soledad de la noche, no hay más voces que la nuestra y sólo podemos escuchar eso que nosotros mismos nos decimos. La autoestima se puede reconocer en ese mensaje que, si nos atrevemos, escucharemos decir: “Tu puedes” o “Tu no vas a poder”.

¿De dónde viene esa voz? ¿Qué le da las ideas? Viene de una mezcla de lo que nos conocemos y lo que creemos sobre nosotros mismos. Ese es el fundamento de nuestra valoración personal. Las experiencias que hemos vivido en el pasado alimentan nuestras creencias de lo que es nuestra realidad. Si no me doy el tiempo para conocerme y saber de qué soy capaz, mis creencias serán las únicas que hablen.

En mi opinión, hay otro ingrediente importante en la mezcla que contiene la voz interior pero éste es más difícil de describir: es el conocimiento de que somos mucho más de lo que vemos. Si tenemos este componente, nos viene una fuerza nueva y una esperanza que ilumina nuestros fracasos de manera que no los vemos como limitaciones de nuestra capacidad sino como aprendizajes dispuestos para nuestro crecimiento y mejora. Así, la ocasión de aprender de un revés de la vida nos hará sentir mejores en vez de peores.

Al descubrir este asunto de la voz de la autoestima, necesariamente tuve que empezar a escucharla con atención para analizar cómo andaba yo en ese departamento. He tenido grandes revelaciones. Les comparto una: siempre había pensado que era poco fotogénica. Eso provocó una profecía autocumplida ya que, al percibir la cámara, me sentía muy incómoda y eso se trasmitía en mi gesto de manera que no daba mi mejor cara. El resultado es que mi creencia de no ser fotogénica, provocaba que no lo fuera. Cuando me di cuenta de eso, probé bloquear mi creencia y simplemente ser más auténtica para trasmitir en la foto el sentimiento que en ese momento vivía. Los resultados han sido muy positivos: resultó que no era poco fotogénica sino que solía  reflejar en las fotos mi juicio y mi miedo.

La lección de Estrella me ayuda hoy a escuchar mi voz interior y a conocer el estado de mi autoestima. Este autoconocimiento me ha permitido cuestionar mis pensamientos y creencias. No siempre lo disfruto y a veces me sorprende, pero hasta ahora, pienso que ha sido mejor escuchar que ignorarla.

¿Tú qué te dices a ti mismo? Te invito a escuchar y a compartir.

La caída

La caida 2

Salí volando… literalmente. No pensaba subir por el elevador del aeropuerto pero la puerta se abrió justo cuando iba pasando y me metí con prisa. Intentaba sacar el pase de abordar de mi bolsa mientras balanceaba un latte helado cuando, después del sonido de la campanita, la puerta se abrió… a mis espaldas. Al entrar, no vi que el elevador se abría por los dos lados. Apurada, batallé para darle vuelta al veliz mientras intentaba guardar el pase y los chicles que acababa de comprar y salí casi corriendo para evitar que se cerrara la puerta en mis narices, pero mi pie se atoró en un pedazo del suelo que el elevador ya  no quiso alcanzar y entonces fue que volé.

Primero golpeé el suelo con las rodillas, después me impacté con el codo derecho y con la mano izquierda, en la que llevaba el latte helado recién servido, el cual explotó contra la dura loza y bañó al menos a cinco personas que, asombradas, miraban el elevador intentando encontrar a alguien que quizá me hubiera empujado. Finalmente mi cabeza se impactó fuertemente con un carrito metálico para llevar velices que conducía una mujer joven con un bebé colgado en el frente al estilo canguro y una mochila enorme atrás.

No sé si fue el duro golpe en la cabeza pero por unos segundos no escuché más que silencio. Luego observé movimiento a mi alrededor mientras revisaba los músculos de mi cuerpo a ver si no tenía algo roto. Me dolía todo. El codo me retumbaba.

De pronto vi que una mano enorme intentaba levantarme. La dueña de la manaza, una señora afroamericana, meneaba lentamente la cabeza como se hace con un niño travieso al que hay que tenerle paciencia. “Debes tener más cuidado” me dijo en inglés con un fuerte acento mientras me ayudaba a sentarme. Noté sus pantalones manchados de café y sentí detrás de los ojos la punzada de la jaqueca que se avecinaba.

Dos mujeres musulmanas con hiyab cubriéndoles el cabello, una de ellas empujando una carriola con un niño, mi miraban con timidez pero lentamente siguieron el ejemplo de una joven oriental y me ayudaron, recogiendo mis cosas esparcidas entre el charco de latte, y sacudiéndolas. Un joven con los brazos completamente cubiertos de tatuajes de colores me ayudó a ponerme de pie y me dio en la mano mi pase de abordar mientras me preguntaba si estaba “okey”. Yo mantenía la cabeza baja, el espectáculo y las gotas de café que veía en sus ropas me hacían sentir una vergüenza indecible.

Cuando estuve de nuevo posibilitada para alejarme, los miré a todos. La joven madre del carrito metálico, recogió el vaso vacío de líquido café y tirándolo al basurero, me sonrió y se encogió de hombros como expresando que la vida a veces juega esas bromas y no hay nada que hacer. Le agradecí la sonrisa con otra y les di las gracias a todos, disculpándome por el contratiempo. Entonces el elevador se abrió de nuevo y salieron otras personas que acababan de subir. Así fue como me di cuenta de que ninguna de las personas que había estado esperando el elevador cuando yo hice mi entrada triunfal se había ido. Todos se quedaron, primero asombrados y después a ayudarme. Ninguno me abandonó al caer ni me dejaron en el suelo para seguir con sus vidas. No me lo van a creer, pero sentí ganas de llorar al verlos al fin acomodarse en el elevador para bajar. Aquellos extraños samaritanos me conmovieron profundamente.

Con renovada fe en la humanidad y las rodillas adoloridas, me subí finalmente al avión que me condujo a casa. Me emociona recordar a ese grupo de gente, representativa de tan diferentes ideologías, unida por una ridícula casualidad y haciendo el bien. He considerado llamar a la ONU y narrarle a alguien mi experiencia para intentar expresar que los ciudadanos común y corrientes del mundo no queremos divisiones ni guerras, al contrario: ¡nos ayudamos sin conocernos! Además estoy segura de que no soy la única que ha vivido una experiencia similar, aunque espero menos embarazosa, y podríamos colaborar a la paz mundial con nuestros testimonios.

Bueno, creo que sería un proyecto interesante, pero mientras eso sucede ¿tal vez haya manera de hacer que Trump se tropiece en un aeropuerto? ¡Le haría tanto bien!

 

Vivir, viviendo

Vivir viviendo 2

Dice el libro de Eclesiastés que todo tiene su momento oportuno: hay un tiempo para plantar, un tiempo para cosechar; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto. He encontrado, sin embargo, que la mayoría de nosotros queremos brincarnos algunos tiempos, los que no nos gustan. De esta manera, pretendemos vivir la vida, pero sin vivirla.

Es difícil entender para qué sirve vivir los momentos dolorosos de la vida y aceptar que cumplan su función en nosotros, por incomprensible que sea. Por eso buscamos anestesiarnos en las ocupaciones vacías y en sustancias adormecedoras: porque vivir duele mucho a veces.  Pero cualquier intento por no vivir lo que la vida nos presenta, nos cobra un precio muy alto: nos paraliza en el dolor.

La vida me ha enseñado que para poder salir del pantano del sufrimiento, sólo hay un camino: vivir. ¿Qué significa esto? Cada cosa que vivimos tiene una emoción y una experiencia que le corresponde y hay que aceptarlas para que puedan pasar y nos dejen solamente el aprendizaje que contienen. No les voy a decir que esa enseñanza es un regalo, aunque lo es, porque cuando a mí me lo dijeron estuve a punto de regresar el regalo de una patada… Digo… no todos los regalos se aprecian en el momento, a veces tiene que pasar mucho tiempo y a veces se requiere de ayuda adicional. Se vale pedirla.

Hay algo que siempre funciona: encontrar la experiencia en el momento presente. En el centro vacío del momento presente, en el aquí y el ahora, no hay intención, historias ni miedo. Solo hay vivir en la aceptación del momento como es, con la emoción que traiga, porque ésta es cambiante y pasará.  En el momento presente no hay agitación ni ansiedad. Eso es del ego y el ego no existe en este tiempo.

En ese centro, hay información que viene desde adentro y desde la situación. Claves para entenderla y para no repetirla, mensajes de luz que necesitamos recibir y el consuelo que anhelamos.

En el momento presente, yo soy lo que realmente soy. Sin juicios, sin hubieras, sin rollos, solo yo en cuerpo y alma. Y eso es suficiente para vivir y sobrevivir con calma todo lo que el vivir me traiga. Porque ese que yo soy, es el único que hace falta.

Lo que sea que esta semana te toque vivir, este es el tiempo para vivirlo, el único. Ten claro que, sea lo que sea, no estás solo. ¡Atrévete! ¡Sobrevive viviendo!