Amor del Bueno

Amor del Bueno

¿Les ha pasado que escuchan algo o aprenden sobre un tema y de pronto lo ven en todas partes? Algunos definen este fenómeno como Ilusión de Frecuencia y ha sido estudiado por psicólogos y sociólogos durante años. Otros estudiosos, sin embargo, le llaman “sincronías” y se refieren a repeticiones de un mensaje que la vida intenta enseñarte en ese momento.

Sea una u otra explicación, lo cierto es que, desde hace varios meses, esto me ha ocurrido con el tema del amor propio. Ese tema que suena tan vano, tan superficial y tan conocido que ya lo damos por hecho, es mucho más profundo de lo que yo antes creía y afecta nuestra vida en todas las maneras importantes. ¿Qué significa realmente amarse a sí mismo?

Esta semana, una persona me hablaba de la enfermedad de su madre y de cómo la conmovía verla postrada en cama tan vulnerable. Después de hablar un rato de la inminencia de la muerte que se sospechaba, hizo una pausa y luego, casi de repente, me hizo esta pregunta: ¿y ahora quién me va a querer?

Sus palabras parecieron caer a un abismo y nos quedamos viendo en silencio.

Víctor Frankl, creador de la Logoterapia, afirma que el sentido de nuestra vida debe estar en algo no perecedero, porque si ponemos el sentido de todo lo que somos y hacemos en una persona, una cosa o una situación determinada, estaremos condenados a perderlo. Las circunstancias de la vida son tan cambiantes que no podrían sostener el peso de la razón de nuestra existencia.

Incluso Frankl cuenta de personas que vivieron con él la terrible experiencia de los campos de concentración y no sobrevivieron porque ponían el sentido de su vida en alguna persona o acontecimiento como, por ejemplo, encontrar a algún familiar. Cuando se enteraban que éste había muerto, perdían toda fuerza y fallecían a los pocos días.

Pienso que con el amor propio pasa algo parecido. Sin duda los padres son un referente personal importantísimo y, para muchos, el más claro ejemplo de la aceptación incondicional; pero si ponemos en ellos el único amor que puede sostenernos, la vida nos lo quitará. Si ellos o son nuestra única fuente de amor incondicional, la perderemos y lo mismo sucederá si dependemos emocionalmente de cualquier otra persona.

La alternativa a esto es desarrollar un sano amor propio. El problema es que solemos ser muy exigentes para amarnos porque nos comparamos con los rasgos sobresalientes de otros a quienes admiramos. Usualmente no vemos la película completa de la vida de una persona exitosa o muy bella, sólo vemos su rasgo envidiable y nos juzgamos contra éste. Como consecuencia, queremos tener todas las cualidades admirables de los demás y ninguno de sus defectos, lo cual es imposible y nos hace sentirnos poco dignos de amor.

En este mes de febrero, en el que vemos corazones rojos por todas partes, que bueno será que le dediquemos un poco de tiempo a revisar cómo andamos en el único amor que puede sostenernos siempre y la fuente de nuestra capacidad de amar a los demás: el amor que nos tenemos a nosotros mismos. ¡Se vale enamorarse!

Todo Cambia

Todo Cambia 2

Tengo en mi recién estrenado estudio, dos globos terráqueos. Uno es nuevo y el otro es de los años sesentas. En el nuevo aparecen países como Bangladesh y Pakistán, pero en el antiguo no están. Si además revisara un globo terráqueo de hace cien años, también habría cambios importantes en el mundo, países como Latvia y Estonia aparecieron apenas en 1918; y aún si me fuera más atrás, la imagen del mundo ni siquiera sería un globo.

Como amante de la historia universal, eso me parece muy interesante; pero como estudiante del ser humano y de su conducta, me lo parece aún más, porque si algo tan definitivo como nos parecería que es el globo terráqueo puede modificarse tanto y de forma tan continua a través del tiempo ¿cómo podríamos pensar que el ser humano no puede cambiar?

Cada vez que conquistamos una nueva meta, cada ocasión en la que le ganamos territorio al miedo, cada vez que nos atrevemos a tomar el control de nuestros sentimientos, siempre que nos lanzamos a hablar con la verdad y cada momento que comprendemos profundamente a otro ser humano y su circunstancia, por dar sólo algunos ejemplos, el territorio de nuestra conciencia, lo que delimita quiénes somos en realidad, se amplía, crece y se modifica.

Incluso nuestro territorio físico, nuestro cuerpo, cambia por diferentes circunstancias. De acuerdo a los estudios realizados por Lise Bourbeau y expuestos en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo”, el campo morfológico del cuerpo humano se desarrolla de diferente manera de acuerdo a las heridas emocionales que tiene puesto que éstas, afectan la química de nuestro organismo y su composición. Lo asombroso es que, si la persona se da a la tarea de trabajar y sanar esas heridas, el cuerpo se modifica de nuevo.

Todo esto hace que, la posibilidad de que alguien diga “yo soy así” sea imposible para mí: una completa ilusión. No es que seamos cambiantes como el mundo, ¡es que somos el universo entero en continuo movimiento y transformación!

Tomen una foto de ustedes de hace veinte años, contémplenla bien y piensen ¿quiénes eran ustedes en esa foto? ¿En qué creían? ¿Cómo se sentían? ¿Qué defendían? ¿Qué les daba seguridad? Después, contemplen una foto reciente y piensen quiénes son ahora y en qué creen ahora y encuentren cómo se diferencian de ese territorio que ocuparon en la vida hace veinte años. Si les gusta lo que descubren, si están contentos con su forma de gobierno y libertad interiores, los felicito. Si no, también los felicito, porque darse cuenta es siempre causa de celebración. Y si hemos cambiado tanto en veinte años, y a veces sin darnos siquiera cuenta, los cambios que podemos lograr si nos lo proponemos son aún mayores.

Me gusta conservar estos globos terráqueos, aunque uno no sea ya preciso, porque son para mí un recordatorio de que nada es para siempre. Cuando las circunstancias de la vida nos hagan movernos, busquemos ampliar nuestras fronteras para incluir el nuevo mundo que la vida nos invita a conquistar. ¡Tierra a la vista!

5 Cosas que debes tirar en enero

 basura

Para renovarse, no es necesario hacer una gran transformación el primer día del año, basta con hacer cambios pequeños, pero regularmente. Hoy no te propongo hacer la gran limpieza anual sino solamente desechar de tu casa y de tu vida estas cinco cosas y así empezar a ser más consciente de lo que te rodea y de lo que puedes cambiar si lo decides.

1. Algo que no te queda

Imagínate que viene a visitarte una tía lejana y todo el día no hace más que reprocharte tus errores y compararte con personas que cree que son mejores que tú. ¿Cuánto tiempo la tolerarías? La ropa no te queda pero que sigues viendo cada día es semejante a esa tía: te hace sentirte mal sobre quién eres y te impide ver todo lo bueno que sí has logrado. Deshazte lo más pronto que puedas de esa molesta visita en tu casa y empieza hoy regalando una prenda de ropa que seguramente hará feliz a alguien más.

Pero la ropa es sólo un ejemplo. Revisa tus relaciones o amistades y observa quiénes te hacen sentir mal sobre ti mismo o quiénes te recuerdan constantemente a la persona que fuiste pero que ya dejaste atrás al crecer. Ellas pueden ser dignas de tu cariño, pero este es un buen momento para darles las gracias por lo que te enseñaron y dejarlas partir.

2. Algo que no te gusta

Conozco a una persona que vive rodeada de cosas extrañas que la han regalado. La primera vez que le dieron por obsequio un adorno muy estrafalario, lo agradeció inmensamente y lo puso en el centro de su sala para no ofender a los que se lo dieron. Los demás, interpretando que ese era su gusto, siguieron el ejemplo y cada año se esfuerzan por encontrar un objeto aún más raro que los anteriores. Ninguno le gusta, pero no sabe qué hacer.

Es necesario tomar posesión del lugar que habitas. Sea una habitación o una mansión, reconoce que es tuya y toma el control. No hay nada como vivir rodeado de objetos agradables a tus sentidos, el valor monetario que tengan será siempre lo de menos. Antes de que termine el mes, regala al menos un objeto de tu casa que preferirías no ver cada día. Lo que tu deseches puede ser el objeto favorito de alguien más.

3. Algo que no te cabe

¿No cierran tus cajones? ¿No puedes mover los ganchos del clóset porque no hay espacio? Te tengo una noticia: tienes más de lo que necesitas. Según los profesionales del guardarropa, una persona necesita solamente diez piezas de cada cosa en un año. Esto es, diez pantalones son el máximo que debes tener e igual número de faldas, vestidos o zapatos. Si, también zapatos. Hoy, elige algo que no has usado en el último año de cada cajón de tu casa y siente la nueva ligereza que adquiere tu vida.

Este punto también se aplica a la agenda diaria. Si no tienes tiempo para hacer lo que te gusta o quieres o si no puedes cumplir con los compromisos que ya tienes, no debes seguir agregando nuevos. Toma una hoja y elige un tiempo de cada día para lo que quieres hacer en forma personal como ejercicio, meditación o lectura. Después, separa un espacio de cada día para dedicarlo a los miembros de tu familia. En seguida, marca un tiempo para lo que necesitas hacer como trabajo o compras. Lo que te quede será el espacio para las actividades extra que decidas. Asegúrate de invertir tu día y tu vida en lo que quieres y te gusta hacer y desecha hoy una actividad que realizas por motivos que ya no te llenan.

 4. Algo que te duele

Una vez compré unos zapatos plateados que amé a primera vista. Eran delicados y elegantes y usarlos me hacía sentir como una princesa… por los primeros diez minutos. El resto del día esperaba el momento de podermelos quitar. Reconocer que había cometido un error al comprarlos me costó, pero las ampollas no me dejaban escapar de la verdad.

Como esos zapatos, hay cosas, actividades, relaciones o asuntos pendientes que nos causan dolor, aunque en algún momento pensamos que eran perfectos para nosotros. Aunque probablemente nos hayan dejado una gran lección, no nos hace bien guardarlos para siempre. Analiza hoy tus emociones y si notas algo que te cause dolor, reconócelo y decídete a dejarlo atrás. Si necesitas ayuda para hacerlo, siempre podrás encontrarla, por ejemplo, en las personas entrevistadas para este blog.

 5. Algo que no funciona

Hay cosas que no se pueden reparar. Desde la secadora de pelo que te costará más arreglar que lo que cuesta una nueva hasta ese proyecto que tienes años intentando sin resultados. Dedicarte a cosas que no funcionan te impide hacer otras que no has intentado pero que podrían resultar más beneficiosas para ti.

Este mes, haz un inventario de cosas que no funcionan en tu vida y elige deshacerte de una. El espacio mental que esto te brindará será alimento para tu creatividad y tu energía positiva.

Con esta tarea los dejo, son solamente cinco pequeños pero profundos cambios que les brindarán más libertad y más optimismo para empezar el año. ¿Qué tal si me cuentan cómo les fue?

El Eco de la Vida

Hay un sencillo cuento que habla de un hombre que fue con su hijo de paseo a las montañas y al llegar a la cima, el hijo lanzó un grito que el eco le regresó. Asombrado, lanzó otro y luego otro y le preguntó a su papá qué era eso que respondía a sus gritos. El papá, aprovechando la oportunidad para enseñarle algo a su pequeño, le respondió que era la vida y procedió a gritar varias palabras como “alegría”, “perdón”, “paz”, “enojo” y “odio”. Al escuchar el eco de las palabras que él decía, le dijo a su hijo que la vida es así, siempre te regresa lo que tú le das.

Yo he creído eso por mucho tiempo. Esta semana, sin embargo, recibí una lección que me tiene con la cabeza ocupada. A veces la vida te da un golpe que te deja sin aire. Al ver el llanto de una madre al perder a su hija, al escuchar su gemido de dolor, al verla desmoronarse cuando es una mujer que se ha sobrepuesto a tanto ya, no puedo más que preguntarme qué fue lo que pasó en este caso.

Independientemente de la fe que tengamos, la muerte es la barrera donde nos detenemos todos. Las explicaciones que tengamos para lo que viene después forman parte de nuestras creencias y hay muchas diferentes. Yo creo que la hija descansa con Dios Amor en un lugar de luz y desde ahí llega como fuerza a quienes la quisimos, especialmente a su familia. Pero la madre se quedó en este lugar y nosotros con la tarea de consolarla. ¿Qué decir?

Paul Watzlawick dice que no se puede resolver un problema en el mismo plano en el que se causó. Igualmente, no se puede encontrar una respuesta a estas interrogantes si nos quedamos en el plano de vida en el que usualmente transitamos. La mejor prueba de que existe otro modo de ver la vida son estas ocasiones que nuestra forma usual no alcanza a abarcar. Hay más. Hay otro plano. Lo que alcanzo a comprender es que existe una explicación para esto que no puedo todavía ver, como cuando se le pone a un hijo un límite y éste se rebela porque no puede entender que es para su propio bien, para su seguridad y por amor.

Por otro lado, sucedió que durante su enfermedad, incontables personas se unieron para ayudarla y para hacer oración por ella. Se movilizaron cientos de jóvenes y sus papás para brindar una mano. En esta sociedad competitiva y dividida, eso fue un logro extraordinario. Supe de jóvenes que, sin conocerla, asistieron a la llamada para donarle sangre;  otros que renunciaron a regalos y vacaciones para hacer donativos y otros que aprendieron a trabajar y a organizar eventos por su causa. Todo su colegio, donde estudió hasta secundaria, se unió por ella y después su preparatoria se unió al esfuerzo. La fuerza de esa unión se sentirá por mucho tiempo y, en cualquier momento de lucha, recordarán el poder de lo que hicieron. Por ella, se olvidaron las fronteras que dividen a nuestra comunidad: no importaba dónde habías estudiado ni dónde vivías, lo importante era sacarla adelante. Durante su enfermedad, ese mundo fraterno donde nos preocupamos por el otro y donde trabajamos unidos pareció posible. ¿Cómo entenderlo?

No sé si es que hay una forma de ver la muerte que no he comprendido bien, o tal vez es la vida la que no estoy percibiendo correctamente. La muerte de una joven de apenas 18 años no puede ser un error o un simple descuido de la vida. A lo que este inmenso suceso me invita es a darme cuenta de que lo que yo puedo entender es muy limitado y a reconocer con humildad que mi alma necesita crecer para abarcar la realidad como es.

Si bien sigo pensando que lo que se siembra en la vida se cosecha, comprendo que necesito ampliar mi criterio e incluir a una sabiduría mayor que a veces me lleva a recoger frutos que no reconozco, pero que quizá son el alimento que justo en ese momento se necesitaba. Y hasta aquí llego.

Tras el Incendio

el-incendio-2

El incendio inició a las tres de la mañana. La mamá, enfermiza y débil, notó algo raro y se levantó, sin darse cuenta de lo extraordinario que fue que notara algo raro a las tres de la mañana. Cuando se percataron de lo que sucedía, las llamas llegaban al techo del recibidor y estaban ocupadas consumiendo unas cajas con recuerdos de viajes que casualmente tenían provisionalmente junto al enchufe que hizo el corto. Eso evitó que el incendio avanzara más rápido y bloqueara la única ruta de escape de la casa completamente enrejada.

No hubo heridos, los daños fueron mínimos y sólo la mancha del hollín queda como recuerdo de la sombra negra que cubrió la casa por dentro, como el mal que pudo ser. En medio del caos y del miedo, surgen muchas preguntas:  ¿Te das cuenta de que nos pudimos haber muerto? ¿Te imaginas lo que hubiera pasado?.. Después, hay un tiempo para evaluar los daños: lo que se perdió, lo que ya no funciona, lo que pensé que conservaría para siempre, lo que no sé para qué guardaba… Finalmente, llega el momento de reflexionar.

Quienes creemos que hay un motivo para todo lo que sucede, investigamos el mensaje oculto en los hechos. ¿Cuál es la lección que hay que aprender aquí?

La primera que me viene a la mente es la figura de esa madre que todos consideraban enferma y débil, pero que resultó ser la salvadora de todos. Como si hubiera dado a luz otra vez, los regresó a la vida y de nuevo impulsada por fuerzas que estaban más allá de ella, fuertes e inevitables como la vida misma. La mujer, fuerte en su debilidad, ocupó su lugar y no hay más que dárselo y reconocer que le pertenece. De nuevo, nadie viviría si no es por ella.

La segunda lección para mi es que podemos vivir desechando el 99% de las cosas sin las que creemos que no podríamos vivir. Al final de un incendio, las personas se dan cuenta de que muchas de las cosas que se perdieron no eran necesarias, sólo estaban acostumbradas a ocupar el espacio que tenían. Al contrario, a las llamadas de auxilio acuden los que importan y hay un momento en el que todos los malentendidos se olvidan y las antiguas diferencias se ponen a un lado para poder ayudar y decir “cuenta conmigo”. Entonces podemos darnos cuenta de que las ganancias fueron realmente más que las pérdidas.

Hay aún una lección más que se dio por casualidad: entre el fuego y el agua, un teléfono celular dejó de funcionar. Como se ha convertido en nuestra única forma de vínculo, esta persona se aisló involuntariamente de todos sus contactos y vivió los siguientes días sólo acompañada por su familia y sus pensamientos. Ahí, en ese regalo que le trajo el incendio, se dio la transformación. En ese silencio acompañado y sereno fue donde esa ave fénix pudo tomar fuerzas para renacer de entre las cenizas a un mundo lleno de nuevas posibilidades.

Demos gracias al incendio por todas sus bendiciones.

Cartas al Espejo

cartas-al-espejo-2

¿Cómo sería entrar de pronto en la cabeza de alguien más? ¿De verdad encontraríamos lo que creemos? ¿Serán sus ideas como las imaginamos? ¿O serán sólo nuestras ideas escritas en el espejo?

Hace unas semanas tuve el gusto de ayudar a organizar una fiesta sorpresa para una muy querida amiga. Como regalo para ella, el grupo de amigas que la festejamos le escribimos cartas en las que recordamos momentos vividos juntas y aprendizajes que habíamos compartido. Tuve el encargo de recopilar las cartas y pegarlas en un cuaderno con fotos nuestras de diferentes épocas. Al principio me fue imposible evitar leer algo de las cartas al pegarlas y después tengo que confesarles que me piqué con algunas que narraban sucesos que yo también había compartido con ellas y que me encantó recordar.

En resumen, lo que leí fue un retrato de un ser humano único, lleno de talentos y dones que comparte generosamente y que ha sabido acompañar a quienes convivimos con ella con sabiduría y cariño. Lo sorprendente de este retrato es que es muy distinto a la imagen que esa persona tiene de sí misma y a lo que pensaba que era la opinión de las demás. ¡Que conocido me suena esto!

Varias veces en la semana escucho a personas quejarse de la incomprensión de los demás: de lo poco valorados que se sienten, de que no son vistos ni tomados en cuenta… Estoy segura de que si esos “los demás” estuvieran presentes diría algo parecido. Pero todos sentimos que nosotros sí valoramos al otro correctamente y sí le demostramos nuestro aprecio… Hay algo aquí que no suma.

Son innumerables los autores que actualmente hablan de este tema: los demás son espejos en los que podemos aprender a conocernos mejor. Esto funciona de dos formas: por un lado, las personas nos muestran rasgos de carácter que nos cuesta ver en nosotros mismos pero que invariablemente tenemos; por otro lado, lo que creemos que piensan o sienten es usualmente nuestro propio sentir y pensar.

Y esto es lo que yo pude ver en el regalo de las cartas. Sin darnos cuenta, ponemos en la cabeza de los demás nuestros juicios hacia nosotros mismos, nuestras inseguridades, nuestra poca aceptación y valoración de lo que somos y después pensamos que el otro es el dueño de todo eso. Entender que ese “otro” no es más que una imagen que un espejo nos refleja nos permitirá adueñarnos de de esas emociones negativas y juicios y trabajarlos.

El ejercicio de decirle a alguien lo que nos importa y lo que admiramos en él o ella es una oportunidad maravillosa para aclarar emociones malentendidas y para mejorar relaciones personales. Qué bueno será que nos ocupemos en hacer eso, eligiendo consciente y proactivamente el tipo de relación que queremos tener y el tipo de persona que queremos ser, en lugar de inventar escenarios que, como el vapor, empañan el espejo e impiden ver lo que brilla en quien se ve reflejado.

En esta semana, les deseo claridad.

 

¿Qué aprendimos?

que-aprendimos-2

Durante toda la semana, no he escuchado más que un tema: Trump y el daño que puede hacernos. En mis clases, en las calles, en las reuniones sociales o familiares o en las redes sociales, todo el mundo habla de eso. No voy a alimentar el cúmulo de especulaciones terroríficas, porque creo que ya tenemos suficientes; en lugar de eso, quisiera invitarlos a una reflexión que nos lleve a aprovechar este suceso para ser mejores personas.

El aprendizaje más importante que a mí me deja la elección presidencial estadounidense, es el hecho de que no vemos o más bien, vemos sólo lo que queremos ver. El señor Trump ganó de todas, todas. No hay equivocación posible en que ese era el preferido de millones de personas. Sin embargo, para todos fue sorpresa su victoria. ¿Por qué? Porque cuando algo va en contra de lo que queremos que sea o de lo que creemos que es, no lo vemos. Claro, los medios contribuyeron al gran engaño y sin duda, debe haber habido intereses económicos de por medio, pero yo observé por largo rato a los comentaristas de CNN en el trascurso de la tarde-noche y les aseguro que su confusión era similar a la nuestra: hacían conjeturas, cálculos, intentaban explicar lo que podía pasar si esto y si aquello, pero ninguno tenía una explicación para la cantidad de cuadritos rojos que seguían apareciendo en el mapa de su país.

Una de mis maestras relacionó este fenómeno con el que se da en cualquier guerra: justo antes de que suceda, nadie cree que va a suceder. Esa es la razón, por ejemplo, de que miles de judíos permanecieran en sus países amenazados por el nazismo sin aceptar el peligro que se avecinaba. De ahí viene este aprendizaje de la elección estadounidense: nos cuesta ver lo que no nos gusta.

Aterrizado en nuestras realidades personales, es normal que cueste ver los problemas matrimoniales, por ejemplo, hasta que alguien “de la nada” anuncia que quiere el divorcio; también sucede que no se vea el problema que tiene un hijo o hija hasta que nos encontramos con él o ella en el hospital, y entonces nos preguntamos cómo pudo suceder aquello y por supuesto nos cuesta ver al familiar enfermo, al alcohólico, al diferente… etc.

¿De qué nos sirve este aprendizaje? Pues primero que nada y como dijo el lobo feroz: para ver mejor. Aceptar que vemos parcialmente nos permitirá cuestionar nuestra visión de todas las cosas y eso nos ayudará a ver otras realidades y nos permitirá ampliar nuestra mirada para incluirlas. En la política nacional y en la economía de nuestro propio país hay muchas cosas que debemos ver con urgencia para poder lograr la paz, la prosperidad y la justicia social; pero lo más importante será poder vernos a nosotros mismos y luego a nuestros seres queridos de manera más auténtica y real. Regalarnos o regalarle a alguien nuestra aceptación de su ser completo es la mejor muestra de amor que podemos dar y es lo único que permite, en caso de así elegirlo, cambiar. ¿Tu cómo lo ves?

El Bueno y El Malo

lo-bueno-y-lo-malo-2

Piensen en cualquier fábula o cuento de hadas. En todos ellos el tema se desarrollo alrededor de una lucha entre el bueno y el malo en cualquiera de sus variaciones. Por ejemplo, en “La tortuga y la liebre” hay una lucha entre el perseverante y el acelerado, en la “Bella durmiente” entre la princesa buena y la bruja mala, y así es en todos los cuentos. Más aún, en las parábolas y en las historias de la Biblia sucede lo mismo: el pasaje de David contra Goliat nos muestra la lucha entre la sabiduría y la fuerza bruta, la parábola del fariseo y el publicano nos enseñan al soberbio contra el humilde… la lista es interminable y en todas ellas sucede lo mismo: hay un bien y un mal en competencia.

Lo sorprendente de estas historias es lo que sucede frente a las páginas de los libros: en nosotros. La gran mayoría de las personas nos identificamos con el bueno de la historia: con el vencedor, con el listo, el bondadoso, con el príncipe o la princesa. Al leer uno de estos relatos, siempre creemos que estamos del lado del bien, incluso nos viene una ligera sensación de orgullo colectivo cuando el valiente gana la batalla, como si fuéramos nosotros los que vencieron al ogro, los buenos samaritanos o los que lograron descifrar el acertijo que deshizo el hechizo.

Lo malo de esta situación es que eso impide el aprendizaje del cuento. Si yo me siento la tortuga, no tengo nada que aprender. Si yo me identifico con el buen samaritano, o con la honorable doncella, entonces los demás son los que tienen que cambiar… o desintegrarse. Y a eso le llamo una gran oportunidad de crecimiento desperdiciada.

La realidad que necesitamos observar es que el bien y el mal viven en cada uno de nosotros. Si, en todos. Además hay algo más importante aún que hay que entender: estamos bien así como somos. Ese “malo” que tenemos dentro nos ha ayudado muchas veces en la vida: cuando hemos necesitado ser fuertes o cuando hemos tenido que sobrellevar alguna dificultad o defendernos de algún “villano” de carne y hueso.

La dificultad de aceptarnos como somos nace de nuestra necesidad humana básica de ser aceptados. Carl Jung, entre otros famosos psicólogos, nos ha introducido al fenómeno de “la sombra”, la parte de nosotros mismos que no queremos ver ni aceptar por miedo a ser rechazados. Desde muy temprana edad, aprendimos que, para ser queridos por nuestros padres y demás cuidadores, teníamos que comportarnos de cierta manera. Eso nos hizo rechazar algunas conductas que para ellos eran negativas y relegarlas al último rincón de nuestro subconsciente, donde creemos que no vamos a encontrarlas. Y digo “para ellos” porque los comportamientos no aceptables varían de familia en familia. Para una puede ser la deshonestidad y para otra el ser directo al hablar.

Lo malo, por supuesto, es que no podemos evitar ser lo que somos y de vez en cuando queremos ser agresivos para defendernos de un bully o queremos ser egoístas y comernos en último chocolate de la bolsa. Entonces sacamos nuestra peor parte y nos sentimos culpables y nos rechazamos a nosotros mismos como pensamos que lo harían los demás. Esto genera por ejemplo, relaciones de abuso en las que una persona regresa con su agresor porque se siente culpable de que éste sufra por su partida o relaciones en las que no se ponen límites sanos por sentimientos de culpa al reconocer las necesidades personales.

Aceptarnos como somos, con el “bueno” y el “malo” que nos habitan, nos dará un mayor repertorio de conductas adecuadas para poder elegir. Además, nos permitirá mejorar o cambiar lo que queramos ya que podremos aprender de las lecciones de la vida y de las fábulas o historias al reconocer nuestras debilidades de carácter.

Si logramos tomar todo lo que somos, podremos utilizar toda nuestra fuerza para nuestro bien y el de los demás. Seremos más auténticos y más respetuosos y, lo más importante, podremos aceptar a los demás también en su totalidad y sin juicios, lo cual les dará una libertad maravillosa de ser lo que son en plenitud y confianza.

Seguramente la perseverante tortuga nos deja una lección importante en la famosa fábula de Esopo, pero es indiscutible que hay veces en que la velocidad y la agilidad de la liebre son requeridas y más adecuadas a una tarea. Esta semana, los invito a pensar en la dualidad que compartimos y en cómo nos enriquece.

 

Lenguaje Interior

lenguaje-interior-2

Me tardé mucho tiempo en conocerlo y aún soy una aprendiz de este idioma, pero me esfuerzo porque he confirmado de primera mano la enorme riqueza que agrega a la vida de una persona el lenguaje interior: esa sensación extraña que de vez en cuando nos hace decidir algo sin saber por qué o sentirnos incómodos en algún lugar sin entenderlo y la intuición que viene de la información que recibimos inconscientemente mediante nuestras sensaciones corporales.

El movimiento de la Era de la Razón generado en el siglo XVIII, fue un parteaguas en la manera como el hombre se conocía a sí mismo y al mundo. Antes de esto, todo conocimiento era dictado por el misticismo religioso y por las supersticiones que plagaron la Edad Media. Así, surgieron en la época muchas corrientes de pensamiento y pensadores que fortalecieron el uso del razonamiento libre e independiente.

Sin embargo, nos equivocamos al pensar que este fue el momento culminante en la evolución del hombre. El haberle dado tanto poder a la razón nos ha privado de otras formas de adquirir información que tenemos y el lenguaje interno, lo que nuestro cuerpo nos dice sobre el mundo, es una de ellas.

La semana pasada hice el siguiente ejercicio con un grupo de alumnos: les pedí que cerraran los ojos y visualizaran frente a sí mismos a su padre. Les pedí que lo vieran alto, grande y fuerte y que vieran en él una mirada de profunda ternura hacia ellos. Independientemente de las ideas que pasaron por sus mentes, los alumnos comentaron haber sentido fuerza, aceptación y protección en ese momento. Lo más interesante del ejercicio es darnos cuenta de que nuestro cuerpo experimenta todo el tiempo sensaciones muy variadas y éstas nos dan información sobre nosotros mismos y sobre nuestra visión del mundo.

El problema con no escuchar lo que nos dice esta intuición es que nos limita la información a la hora de decidir. Numerosos estudios realizados a víctimas de asaltos y abusos han reportado que éstas pudieron percibir algo peligroso en la situación antes de ser atacadas. Es más, el uso de la intuición es una de las herramientas más recomendadas en los programas de defensa personal en el mundo. Lo que sucede es que percibimos el peligro pero tratamos de razonarlo y argumentamos su falta de lógica. De esta manera, los gritos de nuestra mente ahogan nuestras demás percepciones.

Y utilizar la razón es algo bueno, lejos estoy de negarlo, pero no es todo. En nuestra mente existen miles de creencias que nos ayudan a simplificar la realidad por un lado, y que la limitan, por otro. Si yo tengo la creencia de que tomar el camino más corto hacia un lugar es lo mejor, y pretendo tomar un atajo en la media noche por un callejón oscuro, mi lenguaje interior me mandará señales de alarma, pero si sólo escucho lo que mi mente dice, no haré caso y me expondré al peligro.

La solución entonces es aprender este lenguaje. Para empezar, les propongo el siguiente ejercicio:

Dense cuenta de cómo se mueven. Si continuamente sacuden un pie o una pierna o si se muerden las uñas, por ejemplo, pregúntense qué emoción les lleva a hacer eso. Cierren los ojos, vacíen su mente y repasen todas las emociones que conocen hasta que den con la que sienten. Les aseguro que verán cambios.

Todas las eras que han surgido a través de la historia tienen su principio y su final. Yo pienso que el final de la Era de la Razón está cerca. En su lugar, con suerte surgirá una era en la que seamos conscientes de que somos mucho más que un cerebro andante: fuimos creados con una profundidad y un poder que aún no logramos imaginar.