Navegar en el Río de la Vida

Rio de la vida

Imagina que estás parado en la cima de un valle. A tus pies, se extienden suaves lomas verdes llenas de árboles y pinos. Entre ellas, abajo, fluye un río ancho de agua cristalina. En algunas partes, la corriente aumenta y el agua ruge y salpica, golpeando las rocas con furia. En otras secciones, el río parece descansar en su cauce y se mueve lento, reflejando en su espejo al bosque que lo acompaña en su camino hacia el mar.

Con curiosidad observas que hay mucha gente flotando en el río. Algunos llevan salvavidas y algunos, más osados, no; pero todos flotan río abajo y cada uno por su cuenta. El agua se te antoja fresca y el sol cae pesado sobre tu espalda de modo que quieres entrar a nadar, pero aún decides contemplar otro rato a las personas que van pasando.

Observas a un hombre delgado que es rozado por una rama y de pronto se asusta. Velozmente, toma el brazo de una mujer que va pasando a su lado en ese momento y ésta, reacciona con enojo porque piensa que la quiere hundir en el agua. No se da cuenta de que él sólo tenía miedo. Más adelante, un joven empuja a una señora mayor para que la rama no la golpee. La anciana no ve la rama y se queda maldiciendo a quien la ayudó por varios kilómetros de río.

Aferrado a un roca, observas a un hombre que lucha contra la feroz corriente que hay en esa parte del río. Su cuerpo flota empujado por la torrente espumosa del agua y hasta ha perdido los zapatos pero, ni el agua que le da en la cara y que casi lo ahoga por momentos, lo hace decidirse a soltarse. Y se queda ahí sufriendo para siempre, sin saber que a pocos metros de distancia, el agua se aquieta de nuevo.

De vez en cuando, pasan personas que tienen algo en las manos, a veces un objeto o incluso a otra persona. El curso del agua los conduce con certeza a remolinos que hacen que se golpeen con aquello que cuidan. Aún así, hay quienes maltrechos y heridos, siguen río abajo sin soltarlo.

Pero también observas que hay personas, jóvenes, niños, viejos, de todas edades, que se deciden a fluir con el agua y se hacen uno con el río. En los remansos, disfrutan la vista y conversan entre ellos; más cuando la corriente toma velocidad, sus sentidos se alertan y observan, pero se dejan guiar por la sabiduría de las aguas. Pasan junto a los escollos sin luchar contra ellos, sólo conscientes de que ahí están por un tiempo y después, estarán detrás, donde ya no pueden nunca hacerles daño, y los olvidan. Con asombro contemplas que, algunos de ellos, incluso pasan por todo sin perder la serenidad, confiando en el conjunto de fuerzas que forman su realidad.

Al final, sientes la llamada del río y decides entrar. ¿Cómo quieres que sea tu viaje? El primer contacto con el agua te produce un escalofrío de emoción. Esperas y miras la superficie plateada, siempre en movimiento, alrededor de ti. Te asombra el misterio de lo que viene detrás del horizonte que limita tu vista y que sólo te permite ver este trecho del río. Cierras los ojos por un segundo y luego, saltas al cauce de aguas profundas. Sonríes y confías. Todo estará bien.

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One Comment

  1. Increíble historia ! Que importante es leer la historia de la otra persona para poder entender

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